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Girando en la estupa de Boudhanath
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Incrustadas en la pared exterior, en grupos de cuatro o cinco, se encuentran las 147 ruedas de plegaria que tanta gente hace rodar al día a la vez que recita el mantra “Om mani padme hum.””.
Y todo esto ocurre bajo la atenta mirada de la propia estupa. Recorramos sus diferentes partes, creadas para recordar el camino que hay hacia la iluminación, para entender por qué: la base es un rectángulo que simboliza la tierra. Encima, una cúpula esférica de blanco nuclear que se pinta año tras año y representa el agua. Y encima el fuego lo representa un cubo dorado que lleva pintados los ojos de Buda. Por encima se alza una aguja (aire) y una especie de paraguas (el vacío), pero quedémonos en esos ojos.
En lo que habrán visto, alzándose sobre tantísimos templos construidos alrededor de este lugar sagrado, bajo su abrigo, desde que era el lugar de descanso tras la primera etapa de la ruta comercial que unía Katmandú y Lhasa, en el Tíbet. Donde los mercaderes rezaban antes de encabezar sus yaks hacia el Himalaya. Y donde ahora viven muchos tibetanos que dejaron sus hogares tras el levantamiento tibetano de 1959.
Y de ahí a los mercaderes que ahora tratan de una manera muy respetuosa de vender sus figuritas de Budas sonrientes, de los niños que se persiguen en círculos, a esa anciana que, quizá por haberlas acostumbrado día a día, puñado a puñado, consigue que varias palomas se le posen tranquilamente sobre sus encorvados hombros. En tu viaje a Nepal es posible respirar la paz.
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